Victoria épica

"Si parpadeas te lo vas a perder, porque esto es la Fórmula 1 en estado puro". La famosa frase de Gonzalo Serrano, periodista de la cadena Telecinco, que decía antes de que empezase cada carrera, es la más apropiada para definir el mundial.

Para que ganase el mundial el inglés Lewis Hamilton, le bastaba con quedar 5º si el brasileño Felipe Massa, el único que podría arrebatarle el título, ganaba la carrera; o séptimo si el brasileño quedaba segundo.

En las últimas vueltas, empezó a llover en el circuito. Massa rodaba primero y Hamilton 5º. La mayoría de los pilotos entraron a cambiar los neumáticos de seco por los intermedios de lluvia. La clasificación sigue igual hasta que, el joven y prometedor piloto alemán Sebastian Vettel, a dos vueltas para el final consigue pasar al británico. Ahora el mundial es para Massa.

Massa cruza la meta. Le felicitan por la radio. Mientras, Hamilton continúa su pelea con Vettel, intentando devolverle el adelantamiento. Adelantan a unos doblados. Cruza la meta Vettel seguido detrás de Hamilton. Posición de Hamilton: quinto, lo que le convierte campeón del mundial. ¿Qué ha pasado?

Entre los coches doblados estaba el alemán Timo Glock, que se arriesgó a no parar y seguir con ruedas de seco y por lo tanto iba cuarto. Le fallaron las ruedas en el último momento y regaló una posición a Vettel y a Hamilton. En una curva se decidió el mundial.

¿Y qué conclusión se saca de esto? En primer lugar, hay que felicitar a Hamilton porque es un gran piloto. Bravo Hamilton, has cumplido tus palabras de que no querías ser recordado como el primer piloto de color, sino por tus éxitos. Puede que no tenga el cariño ni del paddock ni del público (en especial del español gracias al pique que tuvo el año pasado con Fernando Alonso). ¿Y Massa? Al enterarse del verdadero resultado no pudo contener las lágrimas. Demostró que es un buen piloto con la victoria en su tierra, pero en mi opinión, este es el climax de su carrera.