11 de abril de 2010

Sueños

Tumbado en la cama, soportando mi peso o soportando el suyo. No aguanto más y caigo rendido. Cierro los ojos.

Abro los ojos. Es una barca, y conmigo está Caronte. No mires al agua, me dice. La Laguna Estigia. Asomo ligeramente por el borde de la barca y veo el fondo de la laguna. Es blanquecino, salvo con un círculo verdoso en el centro, que a su vez contiene otro círculo concéntrico. Una perla negra, oscura y brillante. Me siento atraida por ella, como un ojo que te mira fíjamente, sin parpadear; mirada cautiva. Las ánimas nadan en el agua. Yo me acerco más a ellas.

Las ánimas se me abalanzan encima y me arrastran al agua. Inmovilizado, observo hacia la superficie, viendo a Caronte indiferente. Me van arrastrando hasta el fondo de las gélidas aguas, sin poder resisitirme. Voy cerrando los ojos lentamente.

Abro los ojos. Estoy sentado en el suelo. Sigo sin poder moverme. Una camisa de fuerza me ciñe. Trato de librarme en vano de la albina pitón que me enrolla. Estoy en una sala completamente lisa y blanca. No hay puertas ni ventanas. Solo un falso techo con lámparas fluorescentes. Suena algo de fondo. Money For Nothing de Dire Straits. Trato de moverme. Me golpeo contra el suelo y voy quedando inconsciente. Lo último que veo son unas palabras escritas en el suelo: Delenda est fraternitas.

¡Jamás! Ese grito me devuelve a mi lecho. Nunca un despertar había sido tan ansiado.

13 de febrero de 2010

La llave

La chispa se desvanece, y con ella la llama que alimenta. Vuelve el hielo, obra del señor Invierno o del Tarot. ¿Se cierra el ciclo?

Escurre la lluvia por carnosas paredes. El charco vuelve a crecer. Un charco tóxico, venenoso, corrosivo.

Suenan acordes de cuerdas humanas que claman la llegada de ángeles. Suena una voz dentro de una jaula. Voz encerrada. Voluntad de la voz.

El charco invade la jaula. Crece. Y al mismo ritmo, me sube la fiebre. Creo que ya empiezo a delirar. Noto una llave en mi bolsillo.

Abro la jaula. No. Se cierra la jaula. La voz se lleva la llave.

Cierra los ojos. Cuenta hasta 10 despacio. No. Cierro los ojos, pero para entrar a Utopía.

Ábre los ojos. Hazlo, antes de que la Utopía te lleve a sus brazos. Ahí será cuando la Utopía se convierta en el Hades. La sangre resbalará por tus demacradas manos. Tu propia sangre.

No, no hay ese destino. Que brille la chispa. Ilumina. Abraza a la llama. Transmítela tu calor fraternal.

Por muy yermo que sea el páramo, siempre acaba saliendo un brote.